domingo, 25 de abril de 2010

El Camino de Santiago, toda una experiencia


El camino de Santiago, toda una experiencia... breve, pero muy intensa.

13 personas muy heterogéneas nos embarcarmos el 4 de abril en esta aventura, y recorrimos, no sin esfuerzo, los 115 km aproximadamente (a alguno le parecieron más) que separan Sarria de Santiago de Compostela.

Ya desde el primer día la cosa se puso interesante, para empezar no todos teníamos sitio dónde dormir... pero con gran ingenio, nos repartimos entre el albergue y la furgoneta; el frío, los ronquidos, los nervios... fueron nuestros primeros compañeros de viaje... y el camino no había hecho más que empezar... nos quedaban aún 5 días de madrugones, ampollas, y dolores diversos por todo el cuerpo...

Pero no todo iba a ser malo, porque el camino nos fue regalando risas infinitas, bosques encantados, y una multitud de conversaciones absurdas, y no tan absurdas que te hacen descubrirte ante el otro en tu debilidad... en esos momentos en los que no puedes más, y sabes que tienes a un otro que te apoya... no carga contigo porque pesas mucho, pero te alienta... en esos momentos descubres a un otro especial, que te anima y comparte contigo, y te descubres a ti mismo con tus capacidades y limitaciones, donde eres capaz de sacar lo mejor y peor de ti, eso es el camino... bueno, eso y el almuerzo a media mañana con croissants, una amplia variedad de quesos: arzúa, tetilla ahumada, francés...y un buen champán!!!...

Según pasaban los días el cansancio se notaba en todos nosotros, tanto que a alguno se le nublaban las ideas, y en vez de considerarse peregrino, se llamaba así mismo peregrinante... aparte de batallitas varias: remojón de abuela en el bosque, intercambio de pantalones, paradita con pulpo y albariño incluido, bajadas con palo de apoyo en el culo, taller de creación de piolets genuinos, que pesan más que ayudan, observación de las procesionarias en plena procesión y siestas y curaciones interminables... el camino también nos fue dejando momentos de crítica y reflexión con la puesta en común por las tardes del documento que había preparado, ayudando a que la experiencia pasara por nosotros, y nosotros por la experiencia, y no se quedara ésta en una mera anécdota de sus vidas.

Pero el culmen del Camino sin lugar a dudas tuvo lugar cuando los caminantes andantes, una vez que llegamos a Santiago, nos montamos en la furgofiesta y en el coche móvil y pusimos rumbo a Finisterre, con el fin de observar la maravillosa puesta de sol que nos dejó a todos con la boca abierta y cara de tontos...

Montados todos de nuevo en la furgoneta (qué alivio sin tener que andar)... decidimos cenar de forma elegante en un restaurante con comida rica, calentita y, por supuesto, gallega. Y finalmente, ya en Santiago de Compostela, el sábado por la mañana y para dar ejemplo, los caminantes fuimos a la misa del peregrino, y con mucha pena salimos de allí... la aventura tocaba a su fin... hasta la próxima!

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